Nicaragua
Victor Hugo Tinoco: "Esta crisis empezó hace siete años en el FSLN con un pacto contra la democracia y sin ética"
Hoy jefe de campaña de la candidatura presidencial de Herty Lewites, en torno a la cual un sector de sandinistas ha organizado el Movimiento por el Rescate del Sandinismo,
compartió con Envío el análisis que el Movimiento hace del actual momento político nacional, en una charla que transcribimos.
Victor Hugo Tinoco
Nicaragua continúa viviendo en una crisis histórica, crónica, de pobreza y atraso, de incapacidad de los gobiernos, y de todos como sociedad, para dar respuesta a los problemas más sentidos de la gente. A esos problemas objetivos se le ha estado agregando desde hace años una crisis institucional. En los últimos meses, esa crisis política-institucional, en la que la sociedad ha ido perdiendo todos los referentes legales, judiciales e institucionales, ha llegado a niveles que no tienen precedentes. En los años de la dictadura de Somoza y en los años de la guerra contrarrevolucionaria era la vida lo que corría peligro.
Ahora el conflicto es otro, es superestructural, pero cada día está afectando más la vida de la gente. Ya no se emplean armas en esta guerra, hoy son las instituciones del Estado las que se están utilizando como armas para atacar y defenderse, en un conflicto que genera cada día mayor inestabilidad y mayor incertidumbre. Sólo un ejemplo: por la actual judicialización de la política, por el uso y abuso del órgano judicial como arma que hoy usan los dos grupos del pacto, Herty Lewites tiene encima en este momento 28 juicios, que se resolverán en base a las maniobras que decidan hacer estos dos grupos.
Creemos que la crisis política e institucional que vivimos hoy en Nicaragua tiene su origen en una concepción política autoritaria que se empezó a gestar en el FSLN en 1998. En junio de 1998 se conocieron públicamente las primeras noticias del acuerdo político que se estaba concretando entre la dirigencia del FSLN y el entonces Presidente Arnoldo Alemán. Más específicamente, y más ciertamente, entre Daniel Ortega y Alemán, porque en ese tiempo yo era miembro de la Dirección Nacional del FSLN y yo no sabía nada de esto, ni otros de la Dirección sabían nada.
Hace siete años empezó esta crisis. Se buscaba -nos decían- la despolarización política del país. Al principio,
no estábamos claros de la trascendencia del acuerdo. Nuestras primeras preocupaciones fueron éticas. ¿Cómo el FSLN, una organización con valores, con principios, estaba haciendo un acuerdo político con Arnoldo Alemán, alguien que en la percepción de la gente, y en la realidad, era un gran corrupto? Sabíamos de la corrupción de Alemán desde que era Alcalde de Managua, cuando Mónica Baltodano, como concejal del FSLN en la Alcaldía, comenzó a denunciarlo con pruebas.
El primer cuestionamiento público a ese pacto lo hicimos en junio de 1998. Entonces, sólo desde una posición ética. Alemán era un corrupto y considerábamos que ese acuerdo podía contaminar de mayor corrupción al FSLN.
Fue el primer choque entre un sector del FSLN y la dirigencia tradicional encabezada por Daniel Ortega. El segundo cuestionamiento lo hicimos después de analizar el diseño político del acuerdo. Era un diseño autoritario. El acuerdo buscaba imponer en Nicaragua un esquema bipartidista. A la fuerza. La orientación autoritaria del pacto se reflejó en una nueva Ley Electoral, totalmente excluyente. Todas las reglas del juego electoral se orientaron a cancelar el pluralismo político y a cerrar todos los espacios políticos.
Los cuestionamientos al pacto fraccionaron al FSLN. Y empezaron las descalificaciones y las exclusiones. No está de más recordar que desde el PLC no hubo cuestionamientos críticos al pacto entre Daniel Ortega y Alemán. Las críticas vinieron sólo desde el sandinismo. En aquellos primeros momentos no fuimos conscientes de que la lógica autoritaria con la que se había decidido imponer el bipartidismo iba a alimentar en el FSLN toda una tendencia de corruptela, una mentalidad prebendaria -la búsqueda de cargos, de “huesos”, de puestos públicos por encima de cualquier otro valor-, una lógica politiquera -ya no estabas en el FSLN porque creías en unos valores y principios, sino porque estabas haciendo carrera política y si querías tener futuro tenías que estar de acuerdo con la posición del caudillo-. El pacto y su lógica generó una deformación de valores, de actitudes, de prácticas. A esto se sumaron pronto negocios y otros asuntos más escondidos entre los liberales y sandinistas que hicieron el acuerdo.
Empezamos a percibir esto con preocupación. Tardamos aún más en percibir que el acuerdo con Alemán iba a profundizar aún más los problemas. El autoritarismo antidemocrático no sólo se reflejó en el bipartidismo que se impuso a través de la Ley Electoral. Avanzaron más e impusieron el bipartidismo para repartirse entre ambos grupos todos los poderes del Estado. Año con año, todos los poderes, todas las instituciones públicas, han ido perdiendo los pocos vestigios de independencia que tenían, su escasa capacidad de independencia, hasta convertirse en instrumentos fieles de los dos caudillos y de sus grupos. No de los partidos. Hoy se habla de la partidización de las instituciones públicas, pero es más propio hablar de faccionalización, ya que no son los partidos, sino dos facciones dentro de los partidos las que se han apropiado de las instituciones. En el caso del FSLN, ni uno solo de los nombramientos de sandinistas a cargos públicos en los últimos cuatro años se hizo poniéndolos a discusión de la Dirección del FSLN. Todos fueron elegidos por decisión del caudillo.
¿Qué privó en todos esos nombramientos? La lealtad personal. No la lealtad partidaria. A lo mejor, algunas de las personas nombradas piensan que tienen una lealtad partidaria, pero todas fueron elegidas por su lealtad personal. En el partido ha ido desapareciendo cualquier señal de democracia interna, el partido ha ido desapareciendo como instancia de debate, de discusión, de posicionamientos y de proyectos.
En Nicaragua no existe democracia económica. Y la democracia política, en sus aspectos institucionales, electorales, formales, se ha ido deteriorando y deformando a partir de la lógica del pacto. Todas las instituciones han sido cooptadas por esta lógica y hoy ya se impusieron las instituciones bipartidistas, a donde quienes llegan son gentes fieles que van a defender siempre los intereses del grupo danielista y los del grupo arnoldista. Nosotros insistimos en hacer la diferencia entre danielismo y sandinismo. Entre los seleccionados para las instituciones estatales no hay nadie que tenga visos de ser crítico o que tenga la “veleidad” de pensar que la ley es importante. En las instituciones sólo funcionan personas fieles a su caudillo con un concepto de disciplina a toda prueba. Y desde las instituciones ambos caudillos se defienden y se cuidan mutuamente las espaldas.
Con esta lógica de fidelidades personales y esta lógica prebendaria, la corrupción creció. Hoy, por ejemplo, muchas de las personas seleccionadas por fidelidades personales hacen muy buenos negocios con las sentencias judiciales. Hoy hay que pagar los fallos judiciales. Y, más frecuentemente de lo que creemos, los tribunales fallan según quien les pague más. Es una de las realidades que ha ido generando la lógica del pacto. ¿Qué menos se podía esperar? La alianza con Alemán significaba y ha significado aliarse con los herederos más directos de la práctica somocista, que consiste en autoritarismo más corrupción, en una práctica antidemocrática y prebendaria.
El pacto no sólo fue dañando a los poderes del Estado. Dañó seriamente al FSLN. Esto tampoco lo esperábamos al comienzo. La lógica del pacto significó la desaparición de la democracia en el FSLN. Como el pacto nunca fue popular, la base sandinista siempre estuvo contra el pacto, y a Daniel Ortega le costó tremendamente convencer a la Asamblea Sandinista y al Congreso para que respaldaran su política de alianza con Alemán. Había una resistencia natural de la gente. Y como había tanta oposición, la tendencia autoritaria ganó terreno y se impuso. En el FSLN siempre hubo y hay dos corrientes: la autoritaria y la democrática. En la corriente autoritaria que avanzaba comenzaron a instalarse las prácticas y las actitudes autoritarias: la falta de debate y la disciplina entendida como disciplina militar, sin crítica y sin opiniones, donde todo el que se opone o hace sombra va para afuera. Esta ha sido la tendencia y la historia de los últimos siete años en el FSLN.
El pacto iniciado en 1998 desemboca en noviembre 2004 en el repacto con Alemán, que ha generado la actual crisis. Esta nueva etapa ha terminado por acabar con una práctica democrática que el FSLN inauguró en Nicaragua, la de elegir en elecciones primarias a los candidatos a cargos públicos. En 1996, Vilma Núñez se lanzó como candidata a Presidenta de la República por el FSLN y compitió con Daniel Ortega. Ella sabía que no iba a ganar, pero lo hizo porque quería abrir una brecha, establecer una práctica, legitimar el derecho a disentir y a competir. Y por eso la respaldamos. En 2001, Alejandro Martínez Cuenca y yo presentamos nuestras candidaturas a Presidente en las elecciones primarias del FSLN, sabiendo que era difícil ganar y que aún si ganábamos iba a haber trampa. Pero pensábamos que había que competir. Porque es la forma de abrir brecha. Para las elecciones de 1996 y para las del 2001, el FSLN celebró primarias. Ahora, para las del 2006, ya en 2005, en un espasmo antidemocrático final, Daniel Ortega anunció que se suspendían las elecciones primarias en el FSLN y que él era el único candidato. Este anuncio lo hizo en Matagalpa, con el “respaldo” y “aprobación” de unas
400 personas seleccionadas de antemano, el 95% empleadas del partido o del Estado en las alcaldías, todas con salarios de 30 mil-50 mil córdobas para arriba y que, por tanto, no se iban a atrever a disentir arriesgando así sus perspectivas económicas personales. De esta forma, Daniel Ortega y 400 decidieron que los otros 600 mil sandinistas no tienen derecho ni a opinar ni a elegir qué candidato quieren.
Paralelamente, fue sucediendo algo similar en el PLC. Siete años después, la lógica de aquel acuerdo político nos
ha conducido a un cierre democrático en el país y en estos dos partidos. Un acuerdo construido por la derecha y por la izquierda, por los extremos que se juntaron. Por la izquierda que era el FSLN y por una derecha que,
si bien no es la derecha oligárquica tradicional, es la derecha mafiosa, que es tan derecha y tan neoliberal como la otra.
Algunos defienden el acuerdo PLC-FSLN afirmando que es antioligárquico y anti-imperialista. Yo pregunto: ¿cuándo Arnoldo Alemán se volvió anti-imperialista? El pacto nació cuando Alemán era Presidente de la República y con ese pacto co-gobernó con Daniel Ortega durante cuatro años y en esos años pasaron libremente todas las medidas del modelo neoliberal y las privatizaciones, y el pacto desmovilizó la organización del FSLN. Algunos dicen que este pacto ha evitado la extinción del FSLN. Cuando cuestionábamos en 1998 y 1999 el pacto, argumentaban -mucho decía este argumento Tomás Borge- que con el pacto íbamos a ganar las elecciones, porque una de las concesiones de Alemán fue bajar el porcentaje de votos necesarios para ganar en primera vuelta a 35%. Disentíamos de ese argumento afirmando que una victoria electoral no era solamente un problema de porcentajes, sino de ganarnos el corazón y la conciencia de la gente. Si no teníamos eso, de nada servían las reglas. Pero si ésa fue la intención, la vida nos demostró que en las elecciones de 2001 superamos el 35%, pero perdimos por más porcentaje que en las elecciones anteriores, porque nos ganaron por un 14% de diferencia. Y en cada nueva elección, el 14% representa 300 mil votos de diferencia. Ésa es la tendencia que llevamos desde 1990.
El otro argumento era pragmático: que el poder se ejerce desde las instituciones del Estado, y si no teníamos el Ejecutivo, de algo nos serviría estar en las instituciones y en otros poderes. Pero para que el FSLN tuviera espacios en las instituciones tenía que darle espacios al arnoldismo. Al final, esa lógica pragmática se convirtió en una lógica destructiva de la democracia y de la gobernabilidad en el país, que afectó al FSLN y a toda la nación. Acumulamos poder, pero ese poder ha sido un poder destructor de la ética y de los valores, de la democracia, hasta cerrar todos los espacios en el partido
y en la sociedad.
¿Para qué sirvió el pacto? ¿Frenó el neoliberalismo? ¿Frenó alguna privatización? ¿En qué ha beneficiado al pueblo? ¿Hay menos pobreza? Tal vez lo único que se puede decir que resultó es que en los últimos seis meses hemos visto que ha producido un espasmo anti-imperialista en el arnoldismo. Pero es el mismo anti-imperialismo de Anastasio Somoza Debayle después que los gringos le dieron la patada y ya no lo consideraron útil -porque Somoza cayó sin el respaldo de Estados Unidos que, naturalmente, quería un somocismo sin Somoza y una salida de derecha, aunque no les salió-. Somoza dijo entonces lo mismo que hoy dice Alemán: “Nicaragua betrayed”. Así se tituló el último libro de Somoza. “Traicionada” por los gringos. Es la sensación del capitalista, del corrupto, del gangster que ha sido agente del Imperio y que siente que después que hizo el favor le dan la patada. Se sienten traicionados.
En un gobierno de Herty Lewites está garantizada una posición anti-imperialista. En la práctica, en la acción y en las políticas. Está asegurada la demanda de una relación digna con Estados Unidos. No será un anti-imperialismo de discursos, que es el que estila Daniel Ortega, quien cada vez que en estos años iba a dar un golpe político interno a la democracia en el FSLN, cada vez que iba a negociar una nueva etapa en el pacto con Alemán, subía la retórica anti-imperialista.
El pacto ha servido para desembocar en la actual crisis institucional. Porque en esta nueva etapa, de nuevo de manera autoritaria y anti-democrática, los dos caudillos decidieron unas reformas constitucionales que modifican sensiblemente el equilibrio de los Poderes y el sistema político, y lo han hecho sin consultarle a nadie, sin diálogo con la sociedad, sin consenso.
La situación que el pacto ha creado es muy compleja y se va a requerir de mucha madurez para ir encontrando salidas. El factor internacional pesa poco en esta crisis. Apenas, alguna cooperación para avanzar en alguna dirección. Pero las soluciones de la crisis están dentro del país, dentro de nuestra sociedad, y aparecerán sólo en la medida en que la correlación de fuerzas se modifique y en la medida en que esa correlación se transforme porque vaya cambiando la conciencia de la gente.
Nosotros creemos que empieza a surgir un cambio en la conciencia de la gente. Y apostamos a ese cambio de conciencia. La movilización contra el pacto ha empezado a producirse porque la gente, mucha gente, empieza ya a sentir que este diseño político, que no juzgaba tan malo hace unos años, empieza a tener expresiones destructivas para toda la sociedad. Y la gente empieza a sentir la necesidad de articularse, de moverse y de actuar. Y el 16 de junio surgió algo que no se había dado desde 1978-79, cuando se dio una unidad nacional contra la dictadura somocista y todo el espectro político se unió, desde el sandinismo -que tenía la hegemonía por ser la expresión armada de esa lucha- hasta todas las fuerzas organizadas de la sociedad, incluida la Iglesia y los empresarios. Con todas las diferencias que tienen los distintos momentos históricos, ha empezado a surgir ahora, de una manera natural, creemos que imparable, una unidad nacional para frenar los efectos antidemocráticos del pacto en la sociedad. Fuerzas políticas y sociales y sectores importantes de la sociedad civil empiezan a tomar conciencia de que, si bien los problemas económicos y sociales son graves y urgentes, no habrá forma de resolverlos si se van deteriorando los espacios políticos e institucionales del país, acabando con la democracia que aún hay o puede haber en ellos. Toman conciencia de que hay que estabilizar esos espacios para poder abordar, en profundidad, y con un sentido de nación, los gravísimos problemas de la pobreza, la marginalidad y la exclusión.
Como en 1979, vemos hoy que la gente empieza a darse cuenta de que tal como van las cosas, esta crisis institucional nos lleva a un fraude electoral en las próximas elecciones. Y si se da ese fraude, la posibilidad de un retorno a la violencia es altamente probable. Porque cuando hay una gran inconformidad la gente siempre busca salidas. Las va a buscar primeramente en el proceso electoral, pero si cierran el proceso electoral… En diferentes reuniones con gentes de diferentes sectores, algunas con las que no nos veíamos desde hace décadas, hemos observado que están llegando a la conclusión de que hay que concentrarse en la lucha por mantener abiertos los espacios políticos y en el corto plazo, por abrir el espacio electoral. Se ha ido construyendo así, de manera natural, una gran unidad entre todas las fuerzas políticas, desde el sandinismo crítico hasta grupos de derecha -liberales, conservadores, empresarios-, todos sufriendo la presión antidemocrática. Lo que se expresó en la marcha del 16 de junio no es una unidad política ni tampoco una alianza electoral. Es una unidad en la acción. Sólo nos hemos puesto de acuerdo en evitar que las próximas elecciones sean fraudulentas, lo que nos acercaría a un abismo muy peligroso. Es sencillamente una unidad para la contención de más daño. Unidos para que, si no podemos desmontar totalmente el pacto, impidamos al menos que el pacto se exprese en un fraude electoral.
Aunque el pacto tenía un diseño antidemocrático desde 1998, ese diseño no se sentía y no hizo crisis en la sociedad porque en aquel momento el electorado, la intención del voto, se ubicaba en una o en otra de las dos fuerzas políticas que estaban pactando, el PLC de Alemán y el FSLN de Daniel Ortega, y fuera de esas fuerzas había una minoría que no superaba un 20%. La situación ha cambiado hoy. Todos los indicadores estadísticos demuestran que hoy un 70% del electorado ya no se siente representado por esos dos grupos del pacto. Y que ese 70% desconfía de quienes administran el Consejo Supremo Electoral: tres danielistas y tres arnoldistas, los danielistas cuidándose que los arnoldistas no les roben y los arnoldistas cuidándose de que los danielistas no les roben. ¿Y quién cuidará los votos del 70% de la población? La nueva situación tiene que ver con una evolución de la conciencia política de la gente, una conciencia que no existía todavía en las elecciones del año 2001. Es esta conciencia la que también ahonda la crisis. Y vuelve prioritario y urgente resolver el tema político-electoral.
En el Movimiento por el Rescate del Sandinismo, que se plantea rescatar valores del sandinismo como referentes para la práctica política y para las actitudes personales, y que también se plantea una victoria electoral del sandinismo, iniciamos con el objetivo de promover a Herty Lewites como candidato presidencial del FSLN. Todo lo que ha ocurrido desde hace unos meses nos ha hecho darnos cuenta de que antes que nada lo que hay que promover son unas elecciones libres. ¿De qué nos sirve promover un candidato alternativo si con las reglas electorales que controla el pacto no lo van a dejar correr? Hay que crear antes condiciones para modificar las reglas electorales y los árbitros del proceso electoral para tener un mínimo de garantías de que las elecciones serán transparentes. Nuestros esfuerzos están centrados ahora en este objetivo.
Para solucionar esta crisis han surgido muchas iniciativas: adelantar las elecciones, una asamblea constituyente,
un referéndum… Una reforma profunda a la Constitución por la vía de una Constituyente o por otra vía es un planteamiento que respaldamos. ¿Ahora? ¿Cuándo? Eso no lo vemos claro. Sí estamos claros de que si la crisis se agrava posiblemente no lleguemos a noviembre 2006, fecha de las elecciones. Porque la crisis social y económica se está agravando y si a eso se va agregando el componente político, todo se puede volver inmanejable. En ese contexto, un recorte del período presidencial de Bolaños puede ser eventualmente deseable, dependiendo de las circunstancias. Pero, antes de cualquier propuesta en uno o en otro sentido -y estamos abiertas a todas- se requiere definir las reglas del juego electoral. ¿Para qué adelantar elecciones si los árbitros de esas elecciones están parcializados? ¿Para qué hacer una Constituyente si quienes van a preparar esa elección y a ser elegidos serán los mismos responsables de esta crisis? ¿Para qué hacer un referéndum, que es la idea de Bolaños, con estos mismos árbitros?
Consideramos que todas estas son iniciativas examinables y se pueden discutir, pero lo más urgente es instalar un diálogo amplio y patriótico, que además de abordar los problemas económicos y sociales del país, examine las reglas del juego electoral para garantizar elecciones libres y transparentes. Eso pasa por revisar la composición del Consejo Supremo Electoral. ¿Cómo hacemos para que los árbitros tengan credibilidad? Y pasa por revisar la Ley electoral. ¿Cómo hacemos para suprimir en ella todos los aspectos excluyentes que cierran los espacios democráticos? Definiendo ambas cosas podemos empezar a hablar de otras propuestas. Un diálogo amplio significa que, además del gobierno y los dos partidos que están en el pacto, haya una representación de la sociedad civil y una representación de las fuerzas políticas emergentes. A menos que se piense que esas fuerzas no existen y son ilusorias. Pero son una realidad. Para discutir el tema político-electoral hay que tener en cuenta a quienes no tienen confianza en el proceso electoral tal como va. No se trata de excluir a nadie, proponemos que se incluya a quienes no estamos.
Las garantías electorales son hoy la clave para que la crisis no escale a condiciones inmanejables con un fraude electoral. Eso es lo estratégico. Porque las elecciones son una de las puertas para empezar a buscar la solución. Y garantizar que esa puerta se abra con honestidad pasa por un diálogo amplio en el que participen las fuerzas políticas emergentes que no están representadas hoy ni en el PLC ni en el FSLN, que serían el Movimiento nuestro y el de Eduardo Montealegre.
Lo único que hoy une a todos los sectores nacionales que están fuera del pacto es empujar el objetivo democrático de unas elecciones transparentes. Igual que en la lucha contra Somoza lo único que nos unía era lograr que Somoza se fuera. Y en torno a ese único punto se tejieron las alianzas políticas. En aquellos “tres Frentes Sandinistas” que fuimos entonces, los de la Guerra Popular Prolongada nos resistimos al planteamiento del FSLN tercerista, el que dirigía Daniel Ortega, que entonces era visto como el que tenía una aureola de más democrático, mientras que Henry Ruiz inspiraba miedo por ser muy de izquierda. Sin embargo, la realidad nos demostró, que la estrategia de alianzas del tercerismo fue políticamente correcta y permitió unir a toda la nación contra Somoza. Mientras en los otros dos Frentes Sandinistas dudábamos y desconfiábamos de esa unidad nacional, de esa alianza amplia, del Grupo de los Doce -porque eran gente intelectual, gente con dinero, gente chele-, los terceristas asumieron la estrategia correcta y empujaron la unidad de todos y la unidad nacional. Los terceristas tuvieron una visión acertada, se dieron cuenta de que si queríamos derrocar a Somoza no lo íbamos a lograr solos los sandinistas. Por muchas armas que tuviéramos. Además, si no nos uníamos no había armas. Además, ¿de dónde vinieron las armas para el FSLN? A excepción de Cuba, el grueso vino de gobiernos que no eran de izquierda: del gobierno de Costa Rica, del de Panamá, del de Venezuela y del de México. Y las armas iban en mayor cantidad a los terceristas porque era el grupo que generaba más confianza. Daniel Ortega llegó a presidir la Junta de Gobierno y llegó a Presidente por ser considerado “de centro”. Ésa es la verdad. Hoy debemos reflexionar para superar los recelos de clase, que no nos permiten ver que, por encima de las diferencias y las contradicciones de clase, debemos unirnos porque tenemos un objetivo nacional común. Hoy, ese objetivo es frenar el deterioro del esquema político garantizando en el corto plazo que haya elecciones libres.
En el Movimiento por el Rescate del Sandinismo -corriente crítica al danielismo en el FSLN- no nos fue fácil entender y aceptar la unidad en la acción que se expresó en la marcha del 16 de junio. Algunos decían que era una “trampa” de la derecha, porque en 1979 la hegemonía la tenía el sandinismo y ahora no la tiene, la tiene la derecha. Pero en el 79 la hegemonía la tenía el sandinismo porque la hegemonía la definía el control de las armas y el control militar. Y por eso el sandinismo fue hegemónico y por eso pudo empujar en la dirección que quería. ¿Ahora, quién define la hegemonía? En esta coyuntura, la hegemonía será definida por los votos. Si después de este esfuerzo de unidad por unas elecciones libres, los votos le dan la victoria a Herty Lewites o a Eduardo Montealegre o a José Rizo por el PLC -no le veo ninguna posibilidad de triunfo a Daniel Ortega-, se verá quién tendrá la hegemonía. Entonces se definirá. La hegemonía no se discute ahora, mucho menos depende de quién va delante o detrás en una marcha por las calles o quién habla o no en la tarima del final de la marcha. En esta primera marcha unitaria fuimos juntos, unidos en la diversidad, cada quien con sus banderas, exigiendo todos que haya elecciones libres, reclamando todos que se detenga el pacto.
Yo no he sido nunca amigo de Herty Lewites. En los cinco años en que fue alcalde no platiqué con él ni una sola vez. Pero analizando la situación actual, llegamos, con otros dirigentes viejos del sandinismo, a la conclusión de que era correcto generar un movimiento para respaldar su candidatura presidencial. Herty no es el más revolucionario de los sandinistas, pero el candidato no se define por eso, sino por quien ofrece sumar más posibilidades de voto. Y es evidente que Herty es un fenómeno político-electoral. Además, sin ser el más revolucionario y tener fama de “rosadito”, tiene 35 años de militancia en el FSLN, tuvo 11 años de trabajo en el gobierno revolucionario haciendo un buen trabajo, 5 años en la Alcaldía de Managua haciendo un buen trabajo y ha acumulado un capital político y tiene un carisma especial. En los seis meses que he estado trabajando con él me he convencido de que es un hombre con sensibilidad social. Por todo esto le hemos dado un voto de confianza. Creemos que con él podremos ofrecerle a Nicaragua un buen programa de gobierno. Lo que Nicaragua necesita al frente del Ejecutivo es un hombre con sensibilidad social para reunir a la nación y llevar adelante un programa económico incluyente para beneficio de las mayorías. Creemos que eso lo garantiza Herty. Además, respaldar a Herty es también una contribución a reinstaurar la democracia en el FSLN y en el país. No podemos trabajar con recelos excluyentes basados en la pureza de clase o en la pureza político-ideológica de la gente. Hay que trabajar en base
a acuerdos políticos, a compromisos con programas económicos y sociales, con líneas, metas y acciones concretas.
El danielismo trata de usar las banderas económicas y sociales como cortina de humo para no abordar el problema democrático. Hay que estar con los pobres y también hay que defender la democracia. Es urgente y estratégico a corto plazo garantizar elecciones democráticas. Y es urgente y estratégico luchar a favor de los pobres.
¿El mejor preparado para estas próximas elecciones es Daniel Ortega, con el antisandinismo tan dividido y con su maquinaria partidaria? La maquinaria del FSLN es importante y eso decide mucho. Pero mucho depende también de factores subjetivos. Nosotros apostamos a un cambio en la conciencia. Creemos que se han dado ya las condiciones objetivas y subjetivas en la sociedad para que la conciencia social apueste a un cambio. Creemos que con un candidato popular de origen sandinista alternativo esa conciencia se va a activar. Y la maquinaria no puede tanto ante la conciencia. En 1990 controlábamos todo. Pero las condiciones económicas y sociales determinaron un cambio en la conciencia de la gente, y doña Violeta, que no tenía maquinaria ni llenaba plazas, ganó las elecciones. Hubo muchas otras circunstancias, muy importantes todas, pero la más decisiva fue que una mayoría del pueblo nicaragüense tomó conciencia de que por su interés, por el de su familia y por el del país, debía votar contra el FSLN.
La división del antisandinismo, la división del PLC, también favorece a Daniel Ortega. Pero también puede favorecer a Herty Lewites. ¿Estará dividida la derecha antisandinista a finales de este año? Los gringos están trabajando activamente por la unidad del PLC y para unir a la derecha. El único punto de disputa no es otro que el papel que jugará Arnoldo Alemán. Lo único que divide ahora al grupo de Montealegre y al de Alemán es el papel que jugará Alemán: si es artífice y conductor o si queda relegado.
Cuando Arnoldo Alemán acepte quedar tras bastidores y en un segundo plano, se hará realidad la unidad electoral de la derecha. Ése es el diseño en el que Estados Unidos viene trabajando desde hace tiempo. ¿Por qué el grupo de Eduardo Montealegre decidió ir sin sus banderas rojas en la marcha del 16 de junio? Para no ofender al grupo de Alemán con el cual está tratando de articularse en una alianza. Y en sus discursos, el Presidente Bolaños también es muy cuidadoso hoy con el PLC y con Alemán. Todos están apostando a esa unidad.
A pesar de todo, en términos estadísticos, y hasta en términos de sentido común, Herty está posicionado hoy como el político con más posibilidades de ganar las elecciones presidenciales. Esta alternativa sandinista lleva fuerza. Nuestro problema no es ganar puntos. Nuestro problema es no bajar de los que ya tenemos. Ésa es la realidad política-estadística: las encuestas repiten una y otra vez que si las elecciones fueran hoy Herty las ganaría en primera vuelta. El problema es no perder ese puesto.
A la hora de los votos, ¿cómo actuará el voto sandinista? Siempre Daniel Ortega ha contado con un 20% fiel, pero nunca ha tenido competencia sandinista. ¿Crecerán ahora sus votos hasta el 35%? ¿O ese 15% y parte de su 20% se pasarán a Lewites? En cualquier caso, Daniel Ortega está apostando a que no le importaría perder la Presidencia con tal de conservar cuotas de poder significativas en las instituciones públicas y en el Legislativo. Para él no sería un desastre político si pierde con el 25% de los votos y no alcanza el 40% que obtuvo de las últimas elecciones. Porque seguiría siendo actor decisivo en el escenario político. Él también apostó a eso cuando decidió ser el candidato. Por eso dijo al anunciarlo: “Preferimos quedarnos pocos”. Y por eso algunos de quienes lo apoyan dijeron: “Preferimos perder con Daniel Ortega que ganar con otro candidato”.
No existe ninguna posibilidad de una alianza entre Herty Lewites y Eduardo Montealegre. Si se permite la competencia a Montealegre por su lado y a Herty por el suyo, lo que se plantearía sería una elección a cuatro bandas: ellos dos y el arnoldismo con un José Rizo y el danielismo con Daniel Ortega. Si la derecha se une, la elección sería a tres bandas. Los empresarios del COSEP nunca van a respaldar a Herty Lewites. Los Pellas nunca lo van a respaldar. Estados Unidos va a apostar a la unidad antisandinista y fortalecerán a Montealegre o al que salga como producto de un entendimiento con Alemán. Los banqueros, la oligarquía, el empresariado va a apoyar la opción de derecha, cualquiera que sea, Montealegre, Rizo u otro, y si van unidos con mayor razón.
La fuerza de Herty está en el segmento sandinista que está convencido de que hay que buscar una alternativa y que quiere ganar las elecciones -la experiencia nos va diciendo que ese segmento es muy amplio- y también en el segmento, también amplio, de los sin partido o independientes, sean sandinistas, liberales o de cualquier color. Según las estadísticas en el sector de los “independientes”, Herty tiene más fuerza que Montealegre.
En la crisis actual, crisis económica y social y crisis político-institucional, la única solución es construirle a Nicaragua una alternativa sandinista que detenga la tendencia antidemocrática y cambie las cosas. Creemos que esta vez sí podemos.
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